<span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Por:</span><span style="font-style: italic;"> Roque Morán Latorre<br /> <span style="font-weight: bold;">Presidente Ejecutivo IRSE – ECUADOR</span></span><br /> <a href="http://www.irse-ec.org" target="_self"><span style="font-style: italic;">www.irse-ec.org<br /> </span></a><br /> <span style="font-weight: bold;">¿De labios para afuera?</span><br /> Asistimos a un festejo navideño para las familias de los trabajadores de una prestigiosa empresa. Regalos para los niños, aguinaldos para todos los colaboradores que culminaban un esforzado y exitoso año de gestión. Emotivos discursos de la máxima autoridad de la organización y del representante de los trabajadores.<br /> <br /> El leitmotiv, admirable, de ambas intervenciones fue el cuidado de la persona humana como el más valioso elemento para la empresa y para la sociedad.<br /> <br /> Momentos antes, aprovechando que se rezagaba el inicio del evento, había conversado con algunos cónyuges de los trabajadores, de variados niveles laborales, entre administrativos y operativos: los temas -entre otros- que toparon en esas conversaciones, de manera reiterativa, fue la gratitud y satisfacción de contar con un ingreso seguro, con un trabajito -decían- que les proporciona bienestar y esperanza; exteriorizaron, sin queja pero con gran preocupación, el escaso tiempo, casi nulo, que sus esposos les dedican a sus respectivas familias. Ello sumado a que, la mayor parte de ellas, también deben atender obligaciones laborales, dejando a sus hijos al “cuidado” de abuelos, tíos o buenos vecinos.<br /> <br /> Se bromeaba, evocando a los superhéroes acerca de que ellas eran las “mujeres increíbles”, mientras sus esposos eran los “hombres invisibles”. Broma, al fin, pero de una interesante connotación. <br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">¿Atentado contra la familia?</span><br /> Atender las labores profesionales con responsabilidad es encomiable, pero no lo es todo. La instrucción académica es importante. El obtener un título, una maestría, un posgrado, un PhD, no constituye solo un triunfo, es un avance en el desarrollo profesional, convertido en una demanda, muy exigida hoy, para la contratación profesional.<br /> <br /> Todo aquello reclama esfuerzo, dedicación, sobre todo, sacrificio del tiempo de familia que, con la exigencia laboral de resultados, de gestiones apremiantes, ocasiona estrés, tensión, agotamiento y, muchas veces, hasta depresión, debido a la relegación de asuntos trascendentes, de ausencia de crecimiento personal y por la desatención a cónyuges e hijos que ocasiona, entre otros factores, ruinas familiares, ahora, tan comunes y cercanas. <br /> <br /> Qué gran confusión nos ocasiona aquella palabrita “éxito”, tan anhelada por todos, pero confundida entre el ansia salvaje por lo material y por la comodidad a rajatabla.<br /> <br /> “No hay empresas exitosas en sociedades fracasadas” y “no hay una sociedad feliz donde se hunde la familia”. Si afirmamos que la primera escuela de virtudes es la familia, el hogar, pero, irónicamente, la preservación de la familia está relegada para atender asuntos urgentes y no importantes, lo lógico es pensar que el cimiento que aguanta, que sostiene, a los valores de la sociedad, la familia, está en serios problemas, que no podemos soslayar y que se ha convertido claramente en una cuenta de pasivo que aún está, sin atender, angustiosamente relegada.<br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">Las lecciones de Stephen Covey</span><br /> La renovación de la persona humana, su desarrollo, entre otros componentes, afirma Covey, reside en el crecimiento equilibrado y sincrónico en cuatro dimensiones: la física (cuidado del cuerpo y de la salud), la emocional (primacía de los buenos sentimientos y de las emociones positivas), la intelectual (crecimiento del conocimiento y sabiduría) y la espiritual (que tiene que ver con la práctica auténtica de una religión o, en su defecto, con la salvaguardia y el ejercicio de principios y valores).<br /> <br /> No se busca la perfección humana, pero sí una mejora continua, un escalar de la calidad personal,no como simple vanidad y logro de bambalina, sí para servir de mejor manera a las demás personas persiguiendo el bien común,fundamentado en el respeto a la libertad, a la justicia y a la dignidad que toda persona atesora. <br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">El desafío empresarial</span><br /> Las empresas de calidad y alta competitividad las hacen personas valiosas, de calidad humana, con procesos idóneos, que, con seguridad, logran productos, bienes y servicio de calidad. <br /> <br /> Una empresa eficaz, eficiente, demanda gente equilibrada. Uno de los mejores negocios para la empresa es mirar por las personas que trabajan allí, por su crecimiento tanto en lo humano como en lo profesional. Es una auténtica inversión, es asegurar fidelidad y calidad.<br /> <br /> Decía un gerente: “¿para qué gasto en capacitar a mis trabajadores si terminan yéndose?”. Le contestaba otro gerente: “Y, ¿qué sucede si se quedan?...”. Pero no solo es capacitación, no solo es instrucción; la grave responsabilidad de la empresa, de su alto mando, es guiarles, inducirles, darles las facilidades necesarias para su crecimiento y renovación, que nos enseñó Stephen Covey.<br /> <br /> El reto no es sencillo, es pensar en disminuir un poquito las utilidades, es repartir de forma equitativa la riqueza, permitiéndoles a las personas un tiempo valioso, que les pertenece por justicia, para su desarrollo personal, para que estén más junto a su familia, compartiendo su tiempo, no solo en calidad sino en cantidad. <br /> <br /> Para eso es necesario establecer que, siendo 24 las horas del día, solo ocho deben ser las horas laborables, no por ley ni reglamento, sí por sentido común; otras ocho para el descanso y, las ocho restantes, para el desarrollo personal, la preservación de su familia, para el crecimiento de los cónyuges, para la educación en virtudes y valores de los hijos, es lograr un fundamental equilibrio entre los personal, familiar y laboral.<br /> <br /> <br />