Efectivamente, en Iberoamérica hay aún mucho por hacer para conseguir la paridad, la inclusión laboral y la igualdad de oportunidades para la mujer, pero también es justo reconocer que es mucho lo que se ha logrado en las últimas décadas. Ahora no podemos bajar la guardia. En una región donde la economía informal supone hasta un 70-80%, el COVID a golpeado especialmente este ámbito, donde muchas mujeres trabajaban. La región más desigual socialmente del planeta también se ha caracterizado históricamente por ser una de las áreas del mundo con mayores niveles de desigualdad de género. Sin embargo, en la mayoría de los países, se ha avanzado de manera continuada en el diseño de políticas de igualdad que favorecen la participación femenina en los terrenos político, económico, social, cultural y empresarial. Pero aún no es suficiente. La mujer ha mejorado por iniciativa y esfuerzo propio. Hace unos años, en el mundo de las empresas familiares, las mujeres quedaban excluidas de la línea de sucesión familiar. No se las invitaba a trabajar en la compañía. Muchas veces se las favorecía en la herencia en la parte patrimonial, pero a cambio de que tuvieran menos porcentaje en la parte empresarial, que quedaba en manos de hermanos o de yernos. Las empresas familiares hoy están incluyendo a las mujeres y empezando a dejar la gestión en manos de los mejores, pero desafortunadamente esto es aún relativamente nuevo y no alcanza al 100%. En el mundo directivo, poco a poco, encontramos mujeres que van subiendo en el escalafón profesional. El camino, no obstante, es lento. Y las costumbres tardan mucho, demasiado, en cambiar. Querría mencionar algunas buenas iniciativas. Como el empeño de BID Invest en aprovechar sus líneas de financiación para promover políticas de igualdad, como los bonos de género, que financian empresas con políticas relevantes de igualdad. La región necesita imperiosamente aprovechar ese bono de género que posee: según datos de la ONU, solo el 54% de las mujeres participan en el mercado laboral y poco más de 40% posee empleos con cobertura de seguridad social. Esta brecha de género en la participación laboral tiene un alto coste para el crecimiento económico. Según el BID, mantener las brechas de género en la participación laboral y la educación podría costarle a la región cerca del 14% del PIB per cápita en las próximas tres décadas. Y nos queda también la esfera del poder político, donde se echa muy en falta una mayor presencia femenina, tanto en el ámbito de gobiernos como de instituciones. En el momento en el que más se habla de compromiso, más desamparada está Iberoamérica de mujeres líderes en este ámbito. ¿Para cuándo la dignidad? De acuerdo con la ONU, una mujer es asesinada cada dos horas en América Latina y gana un 16% menos que un hombre por hora. La violencia contra la mujer supone en el mundo el gran reto. Mientras exista abuso físico o sexual, el resto de avances no tienen una base sólida. El derecho a la vida y a la dignidad son la base de todo. Este esfuerzo por alcanzar la paridad no es una moda. Implica un doble compromiso ético-político y socioeconómico. Ético por lo que representa de construcción de sociedades más justas. Y, en segundo lugar, socioeconómico, al transformarse en una herramienta para diseñar economías más inclusivas, sostenibles, productivas y competitivas. Estamos en un momento de nueva globalización, donde las soluciones tienen que incorporar compromisos globales. Si no, no serán soluciones. En el reciente evento de CEAPI, asociación de empresarios iberoamericanos que presido, SM el Rey de España entregó nuestro reconocimiento anual, a Ana Botín, presidenta del Banco Santander. En este evento Ana Botín destacó que ha llegado el momento de un “nuevo pacto social”. No desde un partido ‘verde’, ni desde una organización sindicalista o desde un movimiento alternativo. El mundo sabe que ahora ha llegado el momento de buscar nuevas respuestas. Por: Núria Vilanova. Presidenta de ATREVIA y del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (CEAPI)