Marca reconocida en el mundo chocolatero premium y especializada en dar valor agregado a la “pepa de oro”. Su modelo de negocio se basa en su filosofía: “Del árbol a la barra”, cuya producción se sustenta en la sostenibilidad, el uso de ingredientes orgánicos y la compra directa y justa del cacao a los mismos campesinos. En su etapa de enamorados, mientras disfrutaban del surf en la playa, Carla y Santiago se dieron cuenta que eran un equipo perfecto para proyectar un emprendimiento. “Santiago trabajaba en las empresas de su familia en Cuenca, su lugar de nacimiento, pero teníamos las ganas de hacer algo distinto, con especial énfasis en el cuidado del ambiente, que genere un impacto positivo en la sociedad y que además, tenga sentido”, recuerda Barbotó. La pareja Tienen dos hijos Amantes del surf Carla estudió Finanzas Santiago, Administración Viven como predican, de manera sostenible Con esta idea en mente, la pareja comenzó su aventura en la vida emprendedora creando una florícola orgánica, en una época en la que el cuidado a la naturaleza y la salud de las personas no eran una prioridad. “Empezamos con poco dinero, pero teníamos muchas ganas de salir adelante. Recuerdo que la abuela de Carla nos prestó la primera computadora de la empresa, realizábamos llamadas en las cabinas telefónicas que funcionaban con tarjetas prepago para comunicarnos con nuestros clientes en el exterior, ya que no teníamos un celular”, cuenta con mucha nostalgia Santiago. En su primer negocio, de flores orgánicas, que se caracterizaba por una producción libre de químicos, no les fue tan bien como esperaban. Peralta comenta que un representante de la cadena estadounidense de supermercados orgánicos Whole Foods le dijo que no le importaba si las flores son orgánicas porque no son comestibles. “Cuando lo escuché tuve una desazón terrible, pero vimos que eso era lo que realmente les importaba a los consumidores de productos orgánicos, ya que su principal motivación es no enfermarse”. Por ello, buscaron alternativas comestibles, pero que a la vez sean orgánicas y perduren en el tiempo. Carla y Santiago señalaron que las flores eran muy perecibles, ya que en dos semanas perdían sus cualidades, tornándose muy frágiles. Comenzaron a buscar opciones y se fijaron en un producto que les ayudaría a crecer exponencialmente: el cacao, el alimento de los dioses. Este producto mantiene sus propiedades con el pasar del tiempo y sigue siendo comestible. Así, la pareja de emprendedores aprovechó la reputación del “mejor cacao del mundo”, que es el ecuatoriano, y le brindaron valor agregado, ya que nuestro país exporta más pepas que el producto final. “Los consumidores conocen las propiedades nutricionales del cacao, que es alto en antioxidantes. Asimismo, buscamos conectar a la gente con una cadena de valor a la cual le importe la trazabilidad del producto, de dónde proviene, qué elementos contiene y cómo beneficia a los agricultores”, detalla Carla. Por ello, Paccari trabaja directamente con los productores de cacao del país, ya que de esta manera genera un impacto más positivo en ellos. “Los agricultores son una parte importante de nuestra cadena de valor”. Caso de estudio de Harvard El modelo de negocio de Paccari es un caso de estudio de la Harvard Business School, ya que realizó un análisis de sus prácticas de comercio justo y de su filosofía empresarial, denominado “Del árbol a la barra”. El estudio también resalta la contribución de la marca en el cambio de la industria cacaotera de Ecuador, especialmente por su aporte a mejorar la cadena de valor, sus prácticas de comercio justo y dar un valor agregado a la materia prima. Valor agregado al problema Ecuador se caracteriza históricamente por ser un país que exporta cacao y no de sus productos derivados. En ese sentido, Paccari busca dar un valor agregado al cacao con la elaboración de chocolates de alta gama y una trazabilidad sostenible. “Los ecuatorianos estamos orgullosos de nuestros chocolates, que están en las perchas de las tiendas más importantes del mundo”, señalan los ejecutivos.