Nos recogieron del Parque La Carolina en Quito. Siguiendo por la vía Occidental en dirección norte, tomamos la salida de la Av. Machala hacia el occidente, dando inicio a una fascinante aventura. ¡Realmente no imaginamos lo que iríamos a encontrar! Nono, nuestro destino, se ubica en la falda posterior del Guagua Pichincha, a 26 km del centro de Quito. Siguiendo por un camino cómodo y asfaltado fuimos ascendiendo y observando cómo, kilómetro a kilómetro, dejábamos atrás aquel “bosque de cemento” en que se han convertido las ciudades, para ir adentrándonos en un verdadero “bosque natural”, con diversas especies de vegetación en todas las tonalidades de verde que podríamos pensar, profundas quebradas, fértiles campos y altas montañas. Nono forma parte del Chocó Andino, donde sus habitantes, gente amable y longeva, se dedican principalmente al turismo, la agricultura y la ganadería, reuniendo esfuerzos para proteger la naturaleza. En época de la colonia, el pueblo fue bautizado como “San Miguel de Nono”, nombre que recibió porque fue la novena parroquia fundada por la orden jesuita. Prosperó por ser un paso obligado de arrieros y comerciantes ya que era un camino más corto para atravesar varias regiones aledañas. Y por haberse establecido “obrajes”, esto es, pequeñas fábricas de tejidos de lana, algodón y cabuya, así como manufactura de alpargatas, costales, sombreros, ponchos, frazadas, mechas y también monturas. El cartel de “Bienvenidos a Nono” nos anuncia que hemos llegado. Nono, un hermoso pueblo andino es hoy un apacible lugar con su calle principal adoquinada y una atmósfera en la que parece que el tiempo se detuvo. Encontramos pintorescas casas de techos cubiertos con tejas a dos aguas y paredes pintadas con alegres colores. Restaurantes acondicionados en antiguas viviendas con una amplia oferta de comida local: empanadas o choclos con queso, fritada o locro de papas, trucha o bife, acompañados de una colada y un sabroso helado. La estación de policía, el centro de salud, el estadio, la escuela y los bomberos. La iglesia y la plaza central, punto de encuentro para visitantes y lugar de partida para explorar lo que nos ofrece Nono en busca de emoción y aventuras. Es así como llegamos a “La Querencia”, una hacienda ganadera abierta al público con una amplia gama de actividades para el visitante. Cuenta con una entrada vehicular que recorremos entre una agradable alameda de frondosas acacias. Y una entrada peatonal estratégicamente ubicada frente a la iglesia. Nos reciben Elva y Daniela, encargadas de organizar y coordinar las visitas, actividades y eventos en La Querencia. Junto a ellas recorremos la hacienda. Nos explican que la casa hacienda perteneció en algún momento a la curia y luego pasó por manos de diversas familias, algunas de ellas aún establecidas en la zona, llamándose Hacienda San José. En el 2002 cambió de dueños y se convirtió en Hacienda La Querencia. Hoy, es un complejo que abrió sus puertas para aquellos en busca de aventura o sosiego, con la familia o con amigos. La entrada tiene un costo de USD 7 por persona, permitiendo al visitante el acceso a una serie de instalaciones y actividades. Visitamos la granja educativa. Ahí se encuentran gallinas ponedoras, gallinas de Guinea, pavos reales, patos y gansos, los simpáticos cerditos, cuyes y conejos, ovejas y cabras. Daniela nos va contando características y curiosidades de cada animal. A pocos pasos se encuentra el huerto orgánico con productos propios de la zona como el chigualcango o chimburo, también conocido como guayaba de la Sierra. Para los niños, ver crecer zanahorias, lechugas, fresas y gran variedad de frutas y vegetales resulta una experiencia fascinante. Las “ternereras”, lugar donde se crían los terneros recién nacidos, se convierte en el lugar favorito de los niños. Un alegre concierto de mugidos se da cuando les traen la ración de leche. Acariciarlas o abrazarlas es un derroche de ternura. Para el entretenimiento familiar, cuentan con área de juegos para niños, una cancha de minigolf de 15 hoyos, mesa de ping-pong, mesa de billar, futbolín de mano y juego de sapo, así como un campo de fútbol o rugby y una novedosa “tirolina”, entre otros. Por otro lado, en convenio con “El Ordeño”, se encuentra una moderna estación de ordeño para las vacas. Preguntando por el horario, es posible presenciar su paso y el ordeño de éstas. A la hora del almuerzo, podrán elegir entre usar la zona habilitada con parrilleros o dirigirse al restaurante que ofrece platos locales y contemporáneos. ¿Celebraciones especiales? ¡Por supuesto! Elva nos explica que se han celebrado bodas,cumpleaños, aniversarios, almuerzos familiares y todo tipo de eventos empresariales y deportivos. Lo mejor de todo es que, para vivir una experiencia en el campo, para observar animales y plantas nativas o para caminar entre bosques hacia una cascada y disfrutar plenamente de la naturaleza, no necesitas viajar mucho ya que llegar al pueblo de Nono y a la Hacienda la Querencia toma tan solo una hora en auto, partiendo del centro de Quito.