<span style="background-color: transparent; color: #000000;">Esta clase de relaciones se da con clientes, proveedores, colaboradores y accionistas; interacciones en las cuales es imprescindible transmitir confianza, honestidad y mantener una legítima preocupación por el beneficio compartido. <br /> Para lograrlo es necesario desarrollar habilidades sociales, destrezas que no se inculcan durante el proceso de formación en el colegio, la universidad o la familia. Estas pericias se encuentran vinculadas a las competencias emocionales, capacidades que muchas veces se dejan de lado, o no alcanzan a fomentarse debido a la ineludible invasión de la tecnología con su impronta que poco a poco, va incrementando las brechas comunicacionales entre los seres humanos. <br /> <br /> La inteligencia emocional despertó el estudio de muchos científicos que durante el siglo XX, proponiendo una nueva forma de medir el intelecto, a través de su capacidad de manejar las emociones. Esto repercutió sobre todo en las evaluaciones de los directivos, quienes por su posición jerárquica deben contar no solo las capacidades cognitivas, sino con habilidades para resolver problemas, comprender y motivar a las personas que con él se relacionan. A diferencia de la inteligencia cognitiva, cuyo límite de desarrollo está dado por el potencia que tiene cada individuo, la emocional puede ser aumentada tomando las riendas del temperamento que controla al individuo. <br /> <br /> “El reto cotidiano de todo directivo está en desarrollar habilidades para lograr el cambio, influir en su rumbo, en la amplitud del mismo”.<br /> <br /> La inteligencia emocional está vinculada a la capacidad que tiene un individuo para conocer e interpretar las emociones humanas, tanto propias como la de las otras personas. Esta habilidad resulta de extrema utilidad en procesos de negociación o de persuasión y potencia exponencialmente las técnicas probada para alcanzar los resultados deseados en cada uno de estos puntos. <br /> Dicha capacidad sirve igualmente para abordar las relaciones con colaboradores, una tarea muy complicada que se expresa de manera jocosa en el libro de Warren Bennis: “Conducir gente es tan difícil como arrear gatos”. <br /> La analogía es bastante acertada, pues la índole felina hace al individualismo más puro, en donde la obediencia está fundada en el respeto. Con las personas sucede algo similar, pues responden mejor a la interacción que da las órdenes. <br /> <br /> “Un líder siempre se educa, se perfecciona en las prácticas de las virtudes humanas. Con su ejemplo marca la pauta para que otros busquen un desarrollo integral”.<br /> <br /> Entonces, ¿es posible querer seguir conduciendo a la gente desde el paradigma tradicional del mando control? ¿O habrá llegado la hora de un verdadero liderazgo?, de movilizar a las personas detrás de un proyecto empresarial, que sea percibido como inspirados y atractivo. ¿Cómo despertar pasión y compromiso en la gente? ¿Por qué ya no es suficiente lo que se hace en la actualidad? Según Global Employee Engagement Survey del 2011, sólo el 31% de los ejecutivos están verdaderamente comprometidos con sus empresas ¿Esto explicará la razón por la cual se hace tan difícil alcanzar las metas?<br /> El liderazgo es la construcción de una relación profunda y productiva con las personas y esto se logra desde la construcción de relaciones sanas, basadas en conceptos de reciprocidad. Para ello hay que desarrollar competencias como la empatía, la asertividad, establecer una comunicación profunda y personal. <br /> <br /> La vida está hecha de relaciones, desarrollar las competencias emocionales incrementando las habilidades directivas tendrá un efecto positivo en las relaciones comerciales y laborales, pero también en las relaciones personales y afectivas. </span><br /> <br />