“Tengo la preentrevista con Stephen Colbert”, le informa una de sus asistentes. Trump responde: “¿Me harías un favor? Le llamamos más tarde”. Aparentemente, su hija Ivanka quiere hablar con él sobre algo. “La pequeña Ivanka”, dice sonriendo, antes de decir que le devolverá la llamada más tarde. Alguien del programa 60 Minutes, que grabará a Trump al día siguiente y transmitirá la entrevista el domingo, pide hablar con él. El emblemático programa también tendrá que esperar.<br /> <br /> La persona más reclamada en el planeta ha pedido que no le pasen llamadas durante casi dos horas para sentarse con Forbes y abordar, pieza por pieza, un tema que le preocupa profundamente: la cantidad que Forbes dice que conforma su fortuna.<br /> <br /> Desde el debut de la lista Forbes 400 de estadounidenses más ricos, en 1982, el dinamismo de la economía de Estados Unidos y la inevitable llegada de la muerte han permitido que exactamente 1.538 personas ingresen en sus filas en un momento u otro. De esos 1.538 magnates, ninguno ha estado más obsesionado con el cálculo de su patrimonio neto año tras año como Donald J. Trump.<br /> <br /> La valuación de la fortuna de Trump este año tiene una importancia adicional, claro, debido a su intento más audaz: su altamente improbable –pero ya no inconcebible– búsqueda de la presidencia de Estados Unidos. Trump ha presentado declaraciones patrimoniales que ubican su fortuna en al menos 10.000 millones o, como dijo en un comunicado de prensa, DIEZ MIL MILLONES DE DÓLARES (las mayúsculas son suyas).<br /> <br /> Después de entrevistar a más de 80 fuentes y dedicar recursos sin precedentes al cálculo de una sola fortuna, terminamos con una cifra menor a la mitad de eso, 4.500 millones, aunque de hecho es la cifra más alta que hemos tenido para él.<br /> <br /> “Estoy luchando por la presidencia”, dice Trump. “Mi fortuna es mucho mayor de lo que ustedes dicen. No me veo bien, para ser honesto. Quiero decir, me veo mejor si valgo 10.000 millones de dólares que si valgo 4.000 millones”.<br /> <br /> Para los miembros de la lista Forbes 400 quizá tenga más relevancia ese dato, pero cuando se le presiona, incluso Trump admite que, para los votantes, la diferencia entre 4.000 y 10.000 millones es tan abstracta e irrelevante como una estrella que está a 4 o 10 millones de años luz de distancia. Al final, la queja queja de Trump sobre nuestros números es impulsada por él mismo: cómo lo ven sus pares y aún más importante, cómo se ve a sí mismo. Siempre ha sido así. El Trump paradójico que ahora paraliza a la cultura política estadounidense es el mismo con el que la lista Forbes 400 ha estado bailando durante 33 años.<br /> <br /> La edición inaugural de la lista Forbes 400 en 1982 introdujo todo tipo de nombres en el discurso nacional, y muchos de esos magnates, que hasta entonces habían permanecido fuera del radar, pelearon contra los datos recién descubiertos. El abogado de un titán de Oklahoma, por ejemplo, ofreció dar el nombre de un reemplazo si su cliente era sacado de la lista. También estuvo el caso del especialista en bienes raíces de Nueva York, Donald Trump, de 36 años, cuya primera entrada, que calculaba que él y su padre, Fred, se dividían a partes iguales una fortuna de 200 millones de dólares, terminó así: “Donald afirma que son 500 millones”.<br /> <br /> Trump se ha medido a sí mismo alineando activos contra pasivos durante toda su vida adulta. En su bestseller de 1987, The art of the deal, recordó su patrimonio neto cuando se graduó de la universidad (“quizá 200.000”, probablemente la única vez que valaró a la baja su fortuna), haciendo alarde públicamente de un punto de referencia para medir su éxito futuro.<br /> Añadió tres y casi cuatro ceros a esa cifra durante la década de 1980. Perfeccionó el arte de la concentración patrimonial. A las oficinas de Forbes llegaban resúmenes financieros, a menudo con membretes dorados en relieve con el nombre de Trump para darles un brillo adicional. “Pronto aprendimos a tomar el número que nos proporcionaba sobre su patrimonio neto, dividirlo entre tres y trabajar a partir de ahí”, recuerda Harold Seneker, quien dirigió la lista Forbes 400 durante los primeros 15 años de su existencia.<br /> <br /> Y, de hecho, la regla de ‘dividir entre tres’ pareció funcionar durante toda la década de 1980, incluyendo 1988, cuando lo vinculamos con una fortuna de 1.000 millones de dólares. Donald, no contento con su nueva condición de millonario, respondió que eran 3.740 millones.<br /> <br /> Conforme pasaban los años, Trump adoptó un toque más personal, a través de llamadas telefónicas y cenas, invitando a su director de finanzas de toda la vida, Allen Weisselberg, a compañarle.<br /> <br /> Bueno con los nombres y repartiendo dulces, Trump puede ser muy encantador. La primera vez que lo entrevisté para Forbes, hace más de 20 años, me llamó desde la sala de espera de un hospital.Su segunda esposa, Marla Maples, acababa de dar a luz a una hija, Tiffany, me dijo.<br /> <br /> Las motivaciones de Trump para inflar su patrimonio neto fueron impulsadas en parte por dólares y centavos. “Era bueno para la financiación”, Trump reconoce ahora, repitiendo lo que otros inversores en bienes raíces nos han dicho en los últimos años: que poner sobre la mesa de un banquero una copia de la lista Forbes a veces puede ayudar a asegurar préstamos más grandes y mejores tasas de interés. Cuando yo era un reportero novato que ganaba 27.000 dólares al año en la lista Forbes 400, el mayor promotor de centros comerciales en Texas, el fallecido Jerry J. Moore, me ofreció un trabajo como relaciones públicas con un cheque de seis números y “mucho golf”, si conseguía impulsar su patrimonio un poco más cerca de la condición de milmillonario.<br /> <br /> Trump también fue pionero en convertir sus inversiones en una marca paraguas de lujo. Cuando un periodista llamado Timothy O’Brien publicó el libro Trump Nation en 2005, un gran fragmento apareció en The New York Times alegando que la fortuna de Trump valía máximo 250 millones (frente a los 2.700 que Forbes calculaba y los 7.800 de los que Trump presumía). Trump lo demandó por una fantástica cifra de 5.000 millones de dólares en daños y perjuicios. Si bien la metodología de O’Brien era defectuosa, el caso fue desestimado. Pero el extenso testimonio de Trump, obtenido por Forbes, pone de relieve la conexión que él ve entre su riqueza y su marca. “Yo no ganaba poco en aquel entonces, pero se me veí así”, aclara Trump. “Como resultado de ello, creo que el artículo dañaba mi marca, y me dañaba a mí”. “Para los registros, él considera a la 400 como una especie de Biblia”, puede leerse en el perfil de Trump en Forbes, según declaró tras una comida en 1990 con el staff de la revista en el Gotham Bar & Grill de Nueva York. “Y está convencido de que otros lo hacen también”.<br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">CUADRANDO LAS CIFRAS</span><br /> Cuando entra de lleno en el papel, la experiencia de descubrir el patrimonio neto de Donald Trump es un espectáculo y una exhibición memorables, con planos de edificios, fotografía aéreas y visitas guiadas. La más reciente se inicia en el gimnasio de la Trump Tower, que luce como una sala de entrenamiento de un Sheraton, excepto por la asombrosa vista. El único ejercicio que presenciamos en el gimnasio ocurre cuando el jefe de campaña de Trump, Corey Lewandowski, corre a su lado y susurra con urgencia algo al oído de su jefe.<br /> <br /> Trump se vuelve hacia mí. “Scott Walker acaba de dejar la carrera”, dice, refiriéndose al gobernador de Wisconsin, quien, hasta que Trump llegó a agitarlo todo, había sido considerado un sólido contendiente a la presidencia. “Creo que eso es bueno.”<br /> <br /> Trump me lleva a su penthouse de tres pisos para intentar demostrar que sin duda vale el doble de los 100 millones de dólares que nosotros le atribuimos. Su invitación para ver el Versalles en los cielos no necesitaría insistencias, pero Trump la vende de todos modos: “Te voy a mostrar el primer piso de mi apartamento, nunca lo he hecho antes, no hago esas cosas”.<br /> <br /> Aunque sí que lo ha hecho, para Access Hollywood, Newsweek y Extra. Incluso para un fotógrafo de Forbes en el año 2000. Y de hecho, su entrevista con 60 Minutes se llevaría a cabo en ese mismo primer piso al día siguiente, para ser compartida con 15 millones de personas el domingo. Trump nunca ha permitido que los pequeños detalles se pongan en el camino de una buena presentación de venta, ya sea de una idea o de un edificio.<br /> <br /> En 1990, sin embargo, la hipérbole Trump le salió por la culata. El mercado de bienes raíces de Nueva York se colapsaba, sus casinos de Atlantic City comenzaron a tener problemas y él tenía el agua al cuello con su nuevo juguete, la aerolínea Trump Shuttle. En 1989 Forbes valoraba su fortuna en 1.700 millones de dólares. En la primavera de 1990, estimábamos que su patrimonio alcanzaba los 500 millones en el mejor de los casos. Para el otoño, el endeudado Trump tenía una “capacidad de convocatoria igual a cero”, y salió de la lista Forbes 400.<br /> <br /> Al igual que hoy, Trump estaba sentado en su oficina y refutó la valoración. No fue muy convincente. “Voy a mostrarte números de flujo de efectivo que nunca le he mostrado a nadie antes”, dijo en ese entonces, con su confianza habitual, pero dobló las páginas para ocultar la columna final. Y si bien insistía en que su patrimonio fluctuaba entre los 4.000 y los 5.000 millones de dólares, Forbes tenía registros que Trump había presentado ante un organismo gubernamental, en los que afirmaba que en mayo de 1989 sus activos netos eran de sólo 1.500 millones, un tercio de lo que nos había dicho e incluso un poco menos de lo que Forbes había calculado el año previo.Esas mentiras se volvían más descaradas cuando se ahondaba en los detalles. En 1988, Trump envió a Forbes un documento que listaba sus residencias personales –incluyendo su mansión de Palm Beach–, con un valor neto total de 50 millones. Al mismo tiempo, sus declaraciones juradas colocaban el valor total de esos activos en 30 millones, más una carga de deuda de 40 millones. Trump también dijo que era propietario de 159 millones en acciones y bonos, todas ellas libres de compromisos. No obstante, los documentos presentados ante la SEC (la Comisión de Valores de Estados Unidos) mostraban que pidió prestado a lo grande para comprar las acciones, que posteriormente se colapsaron.<br /> <br /> A Trump no le gustó ese desafío a su reputación. Publicó un ensayo en el diario Los Ángeles Times: “Forbes materializó una venganza personal en su versión impresa”, escribió, y sostenía que el reportaje, “deliberadamente equivocado”, estaba impulsado por el deseo de vender revistas y dañar su reputación. Le dijo a Sam Donaldson, de la cadena ABC: “Forbes ha estado tras de mí durante años, constantemente detrás de mí. Forbes está haciendo todo lo que puede para hacerme quedar tan mal como sea posible”.<br /> <br /> Demos ahora un salto de 25 años hacia el futuro. Trump es célebre por su incapacidad para disculparse. No obstante, ahora es capaz de admitir lo obvio: que estiró los hechos en esos días oscuros. “Por cierto, nunca me quejé”, puntualiza.<br /> <br /> Cuando se le recuerda que, efectivamente, sí que se quejó, Trump se encoge de hombros. “Vale, lo que sea”, concluye.<br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">EL ‘GANCHO’ PAPAL</span><br /> Salvo en alguna versión de un chiste en el que dos personas entran en un bar, el Papa y Donald Trump probablemente nunca habían sido mencionados en la misma frase. Pero la providencia intervino a finales del pasado mes de septiembre, cuando Francisco, en su primera visita a Estados Unidos, decidió oficiar la misa de la tarde en la Catedral de San Patricio de Nueva York, y los planificadores papales decidieron que la procesión formal, que recorrería la Quinta Avenida encabezada por el Papamóvil, comenzara justo a los pies de la Trump Tower.<br /> <br /> Y así, Trump pregunta si podemos interrumpir la entrevista a Forbes para observar aquel acontecimiento. Cuando se acerca la caravana del Papa, Trump conduce a una media docena de personas a un balcón en la esquina de un quinto piso adjunto a la sede de su campaña, el “piso político mejor ubicado en la historia”. A 22.358 dólares por metro cuadrado (o 113.885 si hacemos caso a los números de Trump), no resulta una exageración. Sin embargo, además de los carteles que cuelgan de las paredes y una mesa triste o dos, es un sitio completamente muerto. El hombre más rico aspirante a la presidencia dirige una operación esquelética, basada en lo que le dicta su instinto y en la publicidad gratuita que le dan los medios. “Yo, literalmente, he gastado 543.000 dólares en mi campaña”, dice Trump. “Otras personas ya han gastado 20 o 25 millones”.<br /> <br /> El famoso papamóvil está parado unos 20 metros por debajo de nosotros, esperando a su pasajero.<br /> También 20 metros por debajo de nosotros miles de personas aguardan en la Quinta Avenida para alcanzar a ver al Papa.<br /> <br /> Teniendo en cuenta la cantidad de católicos que hay en Nueva York y la visita de un Papa argentino a la ciudad, es casi seguro que más o menos la mitad de esos asistentes es de ascendencia latina. “¡Francis-co, Fran-cis-co!”, es la ovación que se escucha mientras se acerca el pontífice. No es exactamente la base de votantes de Trump. Y por primera vez, Donald Trump no busca atención: “Me haría quedar como un idiota... éste es el día del Papa”. Pero últimamente es demasiado popular (o impopular), y resulta demasiado reconocible, con su 1,83 de estatura y esa peculiar melena; no tiene demasiadas opciones.<br /> <br /> Así que Trump saluda al público desde su balcón, una especie de Juan Perón de pelo naranja.<br /> <br /> Los abucheos y silbidos no se hacen esperar. Impasible, Trump se vuelve hacia mí. “Noventa por ciento positivo”, dice.<br /> <br /> “Noventa por ciento es bastante bueno. Tomarías ese 90 por ciento de inmediato en unas elecciones”. ¿Acaso Trump escuchó lo que todos los demás, pero inmediatamente dio un golpe de timón hacia el absurdo? Si bien hubo un puñado de aplausos, los silbidos se impusieron de forma patente. ¿O es que acaso sólo escuchó lo que quería?<br /> <br /> Mientras el Papa recorre las calles debajo del nido de Trump, la actitud general del millonario es más que positiva. “¿Ves lo que quiero decir acerca de este edificio? Ésta es realmente una gran apuesta de bienes raíces. Tenemos una ubicación increíble”. Durante una conversación anterior, Trump dijo en diferentes ocasiones que podría vender su participación en la Trump Tower por 2.000 o 2.500 millones de dólares, incluso por 3.000. Cuando se crean con tal facilidad 1.000 millones extra (muy lejos de los 530 millones en los que nosotros valoramos el edificio), es fácil ver cómo afirma que su fortuna ronda los 10.000 millones.<br /> <br /> Esta visión del mundo ofrece una posible explicación a lo que es quizás el mayor enigma que rodea al candidato Trump: ¿Cómo puede alguien tan inteligente y elegante promover ideas tan ignorantes –y a veces peligrosas–, ya sea un vínculo refutado entre las vacunas y el autismo o la mentira sobre la posibilidad de que Obama haya nacido en Kenia? Y al mantener su mensaje simple y repetirlo con convicción una y otra vez, Trump tiene la capacidad de moldear los hechos. Cuando aparece en The Late Show con Stephen Colbert, al día siguiente, el anfitrión afirma que Trump tiene una fortuna de 10.000 millones. Sin vacilar.<br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">DOS VERSIONES</span><br /> Desde el regreso de Trump a la lista en 1996 ha tenido una relación más matizada con la Forbes 400. Desde Forbes aplicamos la política de Reagan: confía pero verifica. Trump comparte más información que ningún otro integrante de la lista, y aceptamos lo básico. Pero sin pruebas de propiedad o deuda o activos específicos, nos mantenemos cautos. Por lo general el equipo de Trump nos muestra sus inversiones líquidas. El año pasado vimos la documentación del efectivo y equivalentes de efectivo por 307 millones de dólares. Ahora afirma tener 793 millones, pero no está dispuesto a demostrarlo. Así que jugamos a lo seguro con 327 (extrapolados para incluir el producto de la venta de Miss Universo).<br /> <br /> Del mismo modo, en el sector inmobiliario, Forbes valora a Trump usando modelos de margen operativo. Su equipo asume que aparecerán de la nada compradores con muchos millones en efectivo, que se otorgarán permisos de construcción y que las casas en torno a los campos de golf serán construidas sin costo alguno para él. Como en los viejos días, nuestros cálculos son de más o menos un tercio de los de él.<br /> <br /> Y en cuanto al valor de la marca Trump, que su equipo a menudo valora en miles de millones fantasma, ahora constantemente le damos un valor de cero. Decimos que el valor de la marca ya está integrado en su patrimonio neto y no le asignamos un valor teórico actual para futuros acuerdos.<br /> <br /> Pero Trump y su equipo también nos corrigen en cosas como los metros cuadrados de Niketown (demasiado bajos) y las cargas de deuda de Trump Park Avenue y el Old DC Post Office (de 170 millones a sólo 8). También volvemos a analizar, dada su insistencia, la Trump Tower y el campo de golf Doral. En total hemos añadido 700 millones a nuestra estimación inicial de su patrimonio neto.<br /> <br /> Mientras tanto, Trump, como es su costumbre, habla duro. “Él es un macho alfa, cargado de esteroides”, dice Phil Ruffin, miembro también de la lista Forbes 400, cuya asociación con Trump en Las Vegas ha dado a cada uno 96 millones de dólares. “Es fuerte y competitivo, extremadamente competitivo.”<br /> <br /> “Creo que estáis tratando de hacerme parecer tan pobre como sea posible”, nos dice Trump, quien a través de sus declaraciones durante la campaña política sostiene que sólo a lo largo de 2015 su patrimonio ha aumentado de 8.700 millones (3.300 millones de ellos sólo por la ‘buena voluntad’ de la marca) a más de 10.000 millones de dólares. En diversas entrevistas concedidas plantea que, en realidad, es “mucho más de 10.000 millones”, y dice que otra “respetada revista que está por salir” calcula su fortuna en 11.500 millones. “Vas a quedar muy mal”, nos advierte. “Y mira, todo lo que puedo decir es que Forbes es una revista en bancarrota, no sabe de lo que está hablando. Eso es todo lo que voy a decir porque es vergonzoso para mí.”<br /> <br /> Mi pregunta general para Trump es simple: ¿Cree que Forbes usa una metodología diferente para valorar su fortuna de la que usa con el resto de los titanes de bienes raíces en la lista Forbes 400? “Sí, desde luego que lo creo”, responde.<br /> <br /> Y al final de nuestra entrevista pregunta si tengo un titular en mente para la historia. Le digo, sinceramente, que no. Entonces le pregunto si tiene alguna sugerencia. El populista que quiere ser presidente, con la cuenta bancaria del multimillonario y la percha papal, apenas hace una pausa para pensarlo: “El rey”.<br />