Hospedarse en una hacienda ubicada en la región andina del Ecuador es un abrazo con la naturaleza. Detenerse un momento, observar el verdor de árboles frutales, también los sembríos de maíz, trigo,papas, chocho y demás retazos coloridos en la vía e inhalar tanto aire como nos sea posible, para absorber el aroma a eucalipto que a ratos nos acompaña. ¡Ahhhhh! Ese respiro que nos deja una sensación de calma permanente es posible cuando hacemos del turismo rural una de nuestras prácticas de desconexión favoritas. Además de las haciendas turísticas están el agroturismo, el turismo comunitario y la gastronomía vinculada a estas localidades. De acuerdo con Carlos Andrés Orozco, Subsecretario de Desarrollo Turístico, los espacios donde predominan actividades al aire libre, fueron el segmento que más rápido se recuperó tras la pandemia de Covid-19. Siendo un especialista en el tema, Orozco relaciona las haciendas de la Costa con producción agrícola, mientras que las de la Sierra tienen su principal atractivo “en el alojamiento en casas patrimoniales; no son grandes extensiones de tierra, sino que se concentran en la historia”, explica. Considerando ese aspecto como principal cualidad de las haciendas andinas, la siguiente selección parte una revisión de Travel EC. y se relaciona con los siglos de funcionamiento de una propiedad que dio productividad y se reinventó con el tiempo para servir al turista. Hacienda San Agustín de Callo (Cotopaxi) Hacienda Chorlaví (Imbabura) Hacienda Pinsaquí (Imbabura) Hacienda Zuleta (Imbabura) Hacienda Cusín (Imbabura) Hacienda Guachalá (Pichincha) Hacienda La Alegría (Pichincha) Hacienda La Ciénaga (Cotopaxi) Hacienda La Andaluza (Chimborazo) Hacienda Leito - Los Llanganates (Tungurahua) Hacienda Uzhupud (Azuay) Uno de esos lugares imprescindibles es la Hacienda San Agustín de Callo. Este espacio tiene una mezcla de dos conquistas que se dieron en territorio ecuatoriano: la incaica y la española. Hay vestigios de ambas en su infraestructura y la piedra volcánica tallada en sus paredes, habla de ese pasado bien custodiado. Se conoce, por referencias de la misma hacienda ubicada en Lasso -a una hora con 15 minutos de Quito-, que la estructura original fue ordenada por Tupac-Yupanqui, emperador inca de la época, quien fue el encargado de expandir su imperio en Ecuador y de levantar otras grandes edificaciones como Ingapirca. Desde 1921, San Agustín de Callo es propiedad de la familia Plaza Lasso. Este tipo de negocios generalmente se hereda. Por ejemplo, Carolina y Andrea Tobar son parte de la administración de la hacienda Chorlaví (pionera en abrir sus puertas al turismo en 1972) y la tercera generación en la familia que toma las riendas del lugar. Sobre lo que más gusta a sus huéspedes es que “hay una paz increíble, se sienten en casa”, cuenta Andrea. A esa cualidad, Carolina le suma el de la experiencia: “Todo nuestro personal tiene en su mente que el cliente debe salir satisfecho”. La idea como ella mismo explica es sobrepasar las expectativas. Esa repotenciación es parte de las condiciones que un bien inmueble debe tener para mejorar su desempeño como proveedor de turismo rural. A continuación, las sugerencias hechas por el subsecretario en Desarrollo Turístico, Carlos Orozco: También te puede interesar: Qué es el “slow travel” y por qué podría ser la clave de unas vacaciones libres de estrés Cuidar el producto turístico en tres aspectos:servicio, infraestructura y atractivo. Ofrecer un vínculo con el campo, la forma de vida de la localidad, su gastronomía y su cultura en general. Lograr rutas accesibles para personas con discapacidad. Tener buenos senderos y esto significa buena señalización. Brindar una experiencia auténtica. Cada uno de estos detalles son importantes, dado que como dice Orozco “el turista cada vez tiene más información y lo que se busca es que la expectativa se cumpla en la visita”. Lo que nos resta como anfitriones es transmitir que hospedarse en una hacienda es una caricia a los sentidos, desde donde se podrá admirar parte de la Ruta de los Volcanes.